Carpe diem, un estilo de vida ecológico y todo lo contrario


Vivir el momento, ese “carpe diem” atribuido al poeta romano Horacio que tantas emociones suscita y nos impele a aprovechar el presente, trasluce una filosofía de vida que puede ser la cara y también la cruz del respeto ambiental.

Mucho ha llovido desde que Horacio acuñara la expresión y luego la literatura lo adoptara “in illo tempore”, hasta convertirlo en un clásico y popularizarlo, con el espaldarazo final que supuso la película “El club de los poetas muertos”, protagonizada por un genial Robin Williams.

En el ínterin, el movimiento ecológico ha tenido tiempo de salir a escena y reclamar su propio “carpe diem”. Pero, como ocurre en toda buena historia, no falta el antagonista por lo que, a su vez, el avance del industrialismo ha conformado una sociedad que nos invita o, mejor, nos obliga a vivir el momento de una manera muy distinta. Básicamente, muy poco ecológica.

¿Pero, por qué la expresión “carpe diem” puede significar vivir el momento en sentidos opuestos? Partamos de las dos perspectivas desde las que suele abordarse la expresión. Por un lado, se le atribuye un significado de apreciar el valor de la vida. Cada minuto es un regalo y por ello no debemos dejar pasar el tiempo sin hacer cosas importantes para nosotros, ya que sería desperdiciarlo.

Se trata, en suma, de encontrar una voz propia, de hacer lo que de verdad nos llene. De ser libres y, en fin, de hacer aquello que sintamos como auténtico y realmente valioso. Somos instantes, y si no están llenos de nosotros, entonces no somos nada. O, como dijo el profesor Keating, interpretado por Williams, quien inculca a sus alumnos la idea del “carpe diem”: “Sólo al soñar tenemos libertad, siempre fue así y siempre así será”.

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